jueves, 1 de septiembre de 2011

Arrastrado por el Remolino

La primera vez que supe de su existencia no me llamó especialmente la atención. Los meses transcurrieron, y el rumor fue convirtiéndose en escándalo. Los medios de comunicación no paraban de hablar de él con una publicidad gratuita nunca vista anteriormente. Las principales redes sociales se salpicaban de los comentarios que generaba, hincando la rodilla ante la superioridad del líder.
Sinceramente, llegué a cogerle manía.
Pero al final, y como casi siempre, no pude evitarlo y caí succionado por la terrible fuerza de su remolino convirtiéndome en un adepto más: Ya estoy en Twitter y tengo un @nombre.

Twitter, como todo en esta vida, tiene que tomarse con la mesura necesaria. Nada más entrar te ofrecen la posibilidad de seguir a todo Cristo, el cual desconozco si también tiene cuenta -cosa que no me extrañaría nada-, por lo que debemos ser muy selectivos. No hay que lanzarse a seguir a Shakira, Sergio Ramos, o Pío Moa si realmente no te interesa nada de lo que puedan decir.
Me costó inicialmente encontrar mis preferencias fuera de amistades, pero afinando y con paciencia puedes llegar a seguir inicialmente a unos 15 usuarios recibiendo tweets (¿así se dice?) interesantes de una manera más o menos continua, pero sin saturar.

Otra historia son los seguidores. Cuentas con que tus amigos te van a seguir e igual algún que otro desconocido a través de alguna red social o del blog, pero inicialmente es difícil que la gente te lea. Una forma fácil de hacer amigos es nombrar en un mensajito algún tema de discusión (creo que empiezan por #) donde los usuarios te puedan seguir.
A partir de ahí, a expresar opiniones, sentimientos y emociones esperarando que alguien quiera también compartirlos contigo.

Si también sois miembros de la secta de la información en 140 caracteres y os apetece, podéis seguirme en , o bien en la cuenta del blog .

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